De cómo ser un
genocida y echarle la culpa a la víctima
Hace algo más de dos o tres años que no escribo. No me apetece. Hago,
sin embargo, un pequeño receso para hablar de algo que me ocupa estos
últimos dos años y me preocupa. Tras vivir
algunos años en Alemania pensaba que conocía, más o menos, cómo era el país y
el paisanaje. Aunque mi opinión no era enteramente positiva tampoco era
dramáticamente negativa. Mi pensamiento siempre fue: no se puede hacer
responsables a los hijos de lo que hicieron los padres, lo mismo que sería
equivocado culpabilizar a los padres de los crímenes de los hijos. Desde hace
19 meses observo una sociedad para la que no encuentro calificativo más
benévolo que el de deplorable. Y cuando
me refiero a la sociedad no me refiero solo al hombre de la calle, sino a todas
sus instituciones. Para alguien como yo que pensaba que la Alemania de hoy no
tenía nada que ver con la Alemania de los años 30 e intentaba comprender cómo
había podido suceder aquello: el nazismo y el genocidio, y que también quería
averiguar cómo y cuánto había cambiado realmente la sociedad alemana… toda mi
gran experiencia sociológica se ha convertido es un flop. Mi conocimiento del mundo alemán no se reduce solo
al contacto con personas en la vida diaria, sino que siempre tuve el prurito de
hacerme con una biblioteca adecuada que definía el cosmos que se expresa en lengua
alemana desde una multitud de ópticas. ¿Dónde se encontraban las entrañas del
alma alemana?
Resultado de mi
interés por la cultura alemana fueron muchos artículos y algunas traducciones
de pequeños libros y antologías. De esta manera, en 2011, en Campo de los Patos
publiqué un largo artículo sobre la literatura en lengua alemana, así como la
traducción de una selección de 25 poemas. El último de estos 25 es obra de Wolf
Biermann[1].
Biermann¸
ciudadano de la República Democrática Alemana, era un cantautor crítico represaliado
por el sistema que prohibía tanto sus actuaciones como la grabación de su
música. En 1976 se le retira la nacionalidad alemana de la República Democrática,
lo que provoca una ola de indignación a ambos lados de las fronteras alemanas y
la solidaridad de un gran número de artistas y este se va a vivir a la
República Federal. Allí se une al PCE de Hamburgo y con los años, además de
continuar con la música y las letras, se irá distanciando del marxismo hasta
convertirse en unos de sus críticos recursivos. No tardan en llegar los momentos
de cercanía con la CDU, así como la revelación de Israel como patria de
adopción y el apoyo a la política bélica de EEUU y la OTAN en Iraq, es decir, a
su destrucción.
Hace unos días
moría Margot Friedländer, la hasta ahora superviviente judía del Holocausto de
edad más avanzada quien había pasado sus últimos años en Alemania advirtiendo a
las generaciones más jóvenes del peligro del nazismo; desde el inicio del
genocidio en Gaza, su aparición se había multiplicado en multitud de actos y
homenajes rodeada de los políticos más arribistas y sanguinarios de la moderna
política alemana.
Como no podía ser
de otra manera, esta semana, para rendir tributo a la memoria de la centenaria,
se contó con la presencia y actuación de Wolf Biermann, que dijo estas
palabras: “Acabo de estar con mi mujer Pamela en Israel y pensé en las palabras
que Golda Meir les dijo a los palestinos: Que vosotros hayáis asesinado a
nuestros hijos, os lo tendremos que perdonar un día, pero lo que nunca os
podremos perdonar es que hayáis obligado a nuestros hijos a convertirse ellos
mismos en asesinos”.[2]
La dimensión real
de la cloaca moral que constituye los lindes naturales de Alemania se encuentra
perfectamente perimetrada con las palabras que los nombres más conocidos de la
política, del periodismo, de la filosofía, del mundo judicial y académico han
ido vertiendo estos últimos 19 meses para justificar y colaborar en el genocidio
del pueblo palestino.
Cierto, aunque en
Alemania el apoyo a Israel es prácticamente total, cada persona posiblemente
tiene una historia particular.
¿Qué sabemos del
cantautor Wolf Biermann? Sabemos que con su esposa Sibylle Havemann, Wolf
Biermann tiene un hijo llamado Felix Havemann. Este tras estudiar en Berlín y
vivir en Hamburgo emigra a Israel en 2010. Vive con su familia en Ra'anana. Entre 2007 y 2009, se convierte al judaísmo y
ahora vive allí como judío ortodoxo moderno[3].
¿Se entiende
ahora por qué los israelís se ven obligados a expulsar y asesinar a decenas de
miles de palestinos que con su perfidia innata (el propio hecho de nacer)
impiden que los hijos del pueblo elegido por Dios (estos nacen donde les da la
gana) reciban por fin la tierra prometida?
[1] Campo de los Patos, Saltadera, pág. 186-187,
Uviéu
[2] https://x.com/JSNahost/status/1921483114162929756
[3] https://de.wikipedia.org/wiki/Eliyah_Havemann